miércoles, 29 de septiembre de 2010


Trasiegos
Trasiegos que quiebran la fragilidad en colores
lilas, naranjas, bermellones, amarillos,
verdosos y azulones

Cuelgan las tetas negras,
los brazos y las piernas negras,
las cabezas negras

Filamentos de seres
que apenas se sostienen
mínimas las carnes
estiradas de vaivenes

El color redime la nada
el gesto
que dobla
que no humilla
que ejecuta un baile de negras
que apenas
que casi
existen

domingo, 19 de septiembre de 2010

Otros pueblos, otras gentes. La isla del sol. POR MON.

La isla del Sol, Lago Titicaca, Bolivia
La diversidad del altiplano andino, lo primitivo de la selva amazónica, la visión del desierto de sal más grande del mundo, el mar del lago Titicaca y los restos de las antiguas civilizaciones Tiahuanaco, han hecho que Bolivia se haya descubierto a mis ojos como un paraíso de sorpresas y gentes puras de corazón.
Hay lugares que por su misticismo y la nube de leyendas que los rodea están presentes en nuestra geografía mental. Eso sucede, sin duda, con el lago Titicaca que, además de en los libros de texto, se encuentra en la mitad occidental de Bolivia. Perú y Bolivia comparten las aguas de este que es el lago más alto del mundo.
Rodear un mar entre los andes es una de las maneras de acceder al país por tierra, pasando desde Juliaca, desarrapada ciudad del sur peruano, hasta los criaderos de trucha que siembran los primeros Km de Bolivia, suaves colinas, explanadas doradas de caña totora y altas cumbres nevadas de fondo, ya muy cerca de Copacabana. El momento exacto en que mis pies pisaron por primera vez la tierra boliviana coincidió con las fiestas del pueblo del paso fronterizo y me obligó a la carrera delante de un novillo que, justo en ese instante, los festejantes soltaron.
Copacabana es un pequeño pueblo en el que convive el ambiente bohemio con las peregrinaciones católicas y los jubilosos bautismos de los domingos a los coches nuevos que llegan desde distintos lugares del país. Además de ello y de no tener nada que ver con la playa brasileña que lleva el mismo nombre, está bañado por el Lago Titicaca y eso le dota de infraestructura turística y de un riachuelo permanente de viajeros que parten hasta la Isla del Sol y la Isla de la Luna
Cuentan antiguas voces que aquí se originó el inicio del mundo. Manco Cápac y Mama Ocllo eran el primer hombre y la primera mujer, pero tuvieron la mala suerte de nacer cada uno en una isla: uno en la Isla de la Luna y la otra en la Isla del Sol. Para compensar este infortunio la divinidad le otorgó a él la virtud de la constancia y a ella la de la esperanza. Él cavó con un pequeño utensilio un túnel bajo el Titicaca para llegar a la isla vecina pero cuando estaba llegando, después de años de constancia, se dio cuenta de que se encontraba a tal profundidad que le sería imposible escalar hasta donde Mamá Ocllo. Entonces, ella, que llevaba esperando y esperanzada toda la vida tejió una soga inmensa y él pudo escalar y tuvieron decenas de hijos que se repartieron por el mundo. Una entretenida y amorosa versión de los roles de género. La mitología del lago es inmensa, contradictoria y deliciosa de escuchar. La vida de los actuales pobladores parece parte de esa mitología. Se autogobiernan.
En esta pequeña Isla del Sol que se puede recorrer de norte a sur en una mañana de camino, las famosas ruinas Tiahuanaco apenas captaron mi atención que se desvió hacia la belleza del árido paisaje, los cabos, las playas y el azul del mar que nos rodeaba. En el norte de la Isla del Sol es necesario expirar, suspirar a menudo para vaciarte de la mochila que traes de casa. Observar. Dejar que el tiempo pase y la pobreza de las pocas edificaciones, la mezcla de animales y personas en la playa, te acerque a la simpleza, al paraíso. Los hombres, niñas, mujeres, vacas, burros, gatos, lanchas y pescadores se mezclan en la arena y el agua y te sobreviene el silencio de no escuchar ni un solo motor.
Paramos en una venta en lo alto de la montaña tras caminar toda la mañana bajo el sol de la isla y allí conocimos a un hombre, de tez morena, gesto claro y sereno, y cierta edad. Nos contó todos sus secretos. Entre ellos estaba la existencia de un templo de oro de la sabiduría situado en medio de la isla donde la verdad sin tiempo ni espacio se mostraba sólo para aquellos que eran lo suficientemente cristalinos. No era nuestro caso que no conseguíamos ver más que su amplia sonrisa. Por último, nos explicó el sistema de rotación de cultivos de estas comunidades. Habitan en la isla tres pueblos: Challa, Challapampa y Yumani, hay seis áreas de cultivo en cada comunidad y dos parcelas de cultivo por familia en cada área: una en la parte superior y otra cerca del mar. Los cultivos rotan y el consenso comunitario decide qué se plantará en cada área cada año, si maíz, papa, habas o cereales como la oca. Toda la isla se halla escalonada en terrazas para aprovechar el terreno. Estas terrazas datan de la época Tiahuanaco para algunos, para otros fueron Manco Cápac y Mamá Ocllo quienes, tras encontrar aquí la tierra prometida guiados por un cetro de oro, enseñaron a los isleños a aprovechar sus recursos.
En la zona norte de la Isla del Sol puedes ducharte de 10 a 12 cuando hay agua. El resto del día puedes pasarlo navegando, charlando con los pescadores sobre sus sueños de dejarla algún día y perdiendo la vista entre los animales, objetos y personas que se mezclan por doquier.
En la Isla del Sol encuentras refugiados. Una pareja de argentinos bellos y jóvenes que lo abandonaron todo y se fueron a criar allí a sus hijos subsistiendo de la artesanía.
En la Isla del Sol la comunidad de Challas se reúne en el campo de baloncesto para charlar sobre cuestiones comunes. Las mujeres, apiñadas en las escaleras, tejen y musitan entre ellas. Los hombres discuten y participan públicamente en aymará, lengua prehispánica de esta zona andina.
En la Isla del Sol conocí a tres niñas: Claudia, Sandra y Jimena. Paseé con ellas en su barca y me peinaron trenzas. La manera de colocar los enseres en el embarcadero de Claudia, de 11 años, y su gesto al asegurarse de que la dejaba bien sujeta la hizo crecer 14 años en cinco minutos.
El sur de la isla son un cúmulo de restaurantes y hoteles, de reciente creación, con algunas curiosidades: uno de ellos con un jardín botánico espectacular. Pero apenas más que irrealidades. Lo real, lo legendario, está en el norte, entre cuentos.
MONTSERRAT GÓMEZ GÓMEZ