miércoles, 5 de agosto de 2009


Penélope

Con sus cuatro cositas entre las que no estaban ni la rueca ni el telar, desprovista de oropeles, Penélope se embarcó. No le esperaba la gloria de una batalla, ni la custodiaban guerreros consagrados en hazañas épicas ni siquiera se hizo acompañar de sus fieles esclavas. Un comerciante de baratijas que izaba sus velas en dirección contraria a la epopeya, la aguardaba. Estaba tan hermosa! Desprovisto de velos su rostro, se le alumbraban los ojos de un verdor tan intenso que parecían reverdecerle de deseos acumulados.

La mañana limpia le despertaba emociones retenidas. Aquella mañana en que el esposo le susurraba tibias palabras desprendídas de su voluptuosidad satisfecha. Cuando apenas se había silenciado la música de las fiestas nupciales y los cuerpos amantes sudaban los deseos cumplidos, Ulises le anunció su partida. Le brillaban los ojos de yelmos y de espadas, le balanceaba el ánimo de duermevelas de asedios y batallas, los cantos de sirenas se traslucían en sus palabras…volveré.

Volveré, tres sílabas para anunciarle un destino, para abandonarla dejándola retenida , para seguir su rumbo a una Itaca lejana . Los dioses lo habían alumbrado para la gloria, embellecido de laureles heroicos, tejido de ardides olímpicos, estaba hecho de lo que se hacen los héroes, de odiseas hacía sus sueños de eternidad no compartida. A ella le reservaba el gozo de haberla amado que debería colmarla y acompañarla tejiendo como las olas un destino que cumple su rutina limpiando en la blanca arena las huellas de otras vidas.

Lo amó como se ama a los héroes, adorándolos y temiéndolos. Amó su belleza en un cuerpo medido a cinceles, esculpido a ritmos de números divinos, y que acorazaba su textura bajo mármoles a estatuas destinados Tuvo que venerar lo que no la había alcanzado, las caricias que no la tocaban, las miradas que sólo se destinan a la historia , los besos que sólo queman honores y famas en la posteridad que era a quién él amaba.

Temió más que su ira, la soledad al que unos versos eternos lo abocaban. Saldría a buscar lo que nunca espera engañado por dioses, cíclopes y sirenas que lo alejaban, lo alejaban…

Ella le dio lo que él le había demandado, una noche nupcial de virgen consagrada. Fue y gozó como hembra hermosa pero nunca esposa. Escupida después de amada, se alejó desvaneciéndose en los humos de una hoguera que Ulises divisó a lo lejos pero cuyos presagios no adivinaba. Penélope sacudió las madejas, apartó la rueca y deshizo la espera, corrió decidida agarrándose al coraje, rechazando a cualquier pretendiente que la encubriese en su gloria, su vida sería de ella.

Era joven, hermosa, comenzaría su Odisea…Y embarcó. Cada primavera había subido a ese barco donde Calixto iba mostrando sus mercancías desvelándole los misterios que guardaban: caracolas que encerraban sonidos mágicos, cristales que iluminaban en todos los colores, enigmáticas geometrías incisas en rojizas vasijas, amuletos de dorados cobrizos y aquella manzana de brillos solares que Calixto afirmaba, había recogido del mismísimo jardín que la diosa Hera cultivaba en la tierra más fértil y hermosa de occidente. Y cada primavera renacía escuchándolo, mirando al hombre que la tenía sin retenerla, que la colmaba sin poseerla, que le descubría la hermosura en lo que miraban, en las palabras que los enlazaban, en las miradas que los enhebraban, en cada recodo que doblaban…Era sólo un hombre que la amaba y amándolo doblarían tempestades, cabos o bahías soleadas, descenderían en puertos lejanos, navegarían ríos de plata o recorrerían paisajes yermos coloreados de malvas atardeceres, los despertaría una delicada niebla que guardaría sus abrazos y caminarían la vida absorbiéndola paso a paso…

Era su Odisea, dejaba un hijo que no confió a los sueños de Atenea y olvidada una leyenda hilada en una rueca que giraría la espera del héroe que navegaba hacia su Itaca.
MJ
que cada viaje sea vuestra Odisea...